Desde hace unos meses, un grupo de sacerdotes suizos ha protestado contra su obispo porque el código de conducta que había elaborado para la diócesis era dudoso respecto a la antropología de género. Pues bien, esta semana he hablado con un sacerdote suizo que me ha dado contexto sobre la situación de la diócesis.

Resulta que es una diócesis bastante difícil, hasta el punto de que varios sacerdotes rechazaron el nombramiento episcopal para evitar dirigirla. Ocupa más del 20% del país, incluyendo la ciudad más importante, Zurich. Por un lado, el clero y gran parte de los fieles están a favor de normalizar la antropología de género (entre otras cuestiones preocupantes). Por otro, los obispos que han tenido en las últimas tres décadas han sido bastante rigoristas y con poca mano izquierda. De hecho, Juan Pablo II tuvo que cambiar a uno de ellos de país para salvaguardar la unidad de la diócesis.

Los sacerdotes que han puesto la queja son una pequeña minoría, conocidos también por su rigorismo.

He escrito a la diócesis de Chur por si podían explicarme los puntos más controvertidos del polémico código de conducta. Me respondieron muy amablemente en 24 horas. Transcribo sus respuestas literalmente:

«Mons. Bonnemain subrayó desde el principio que firmó el Código de conducta porque estaba dispuesto a comportarse y actuar de acuerdo con las instrucciones del Código. No ve ninguna contradicción con la fe católica en lo que dice el Código de Conducta, de lo contrario nunca lo habría firmado.

Monseñor Bonnemain cree que el Churer Priesterkreis ve una contradicción donde no la hay. Un ejemplo: el Churer Priesterkreis se opone a la petición del Código de no hacer valoraciones negativas generalidadas de comportamientos supuestamente antibíblicos basados en la orientación sexual. Sin embargo, según el obispo Bonnemain, la moral católica bien entendida nos invita a evitar los juicios generalizados. Siempre hay que tener en cuenta las circunstancias en las que se encuentra una persona, su situación psicológica, su grado de libertad, etc. Los juicios generalizados son poco cristianos.

El Churer Priesterkreis también se opone a la recomendación del Código de apoyar a las personas que quieran revelar sus tendencias homosexuales. El obispo Bonnemain cree que ayudar a estas personas a liberarse de la carga de una doble vida y a ser honestas consigo mismas es un deber cristiano. No se trata de aprobar todos los comportamientos tras una salida del armario, sino de estar al lado de las personas para que puedan superar la sobrecarga, la tensión y negatividad que supone estar en conflicto con uno mismo.

Asimismo, el Churer Priesterkreis afirma que los criterios del Código impedirían el examen de los novios antes un matrimonio en la iglesia. Esto no es así en absoluto. También después de firmar el Código de Conducta, todo párroco sigue siendo libre de aclarar antes de administrar un sacramento si el destinatario reúne los requisitos necesarios para recibirlo válida y fructíferamente. No se trata de discriminar, sino de diferenciar los requisitos previos. Además, se menciona que el Churer Priesterkreis no parece estar de acuerdo con la petición de que los párrocos eviten activamente hacer preguntas sobre la vida íntima. Desde tiempos inmemoriales, la Iglesia católica ha instado al confesor a evitar interrogar activamente a los penitentes sobre su sexualidad y su vida íntima.

El código de conducta fue redactado por los dos responsables de la diócesis encargados de la prevención de abusos de poder y sexuales. El obispo fue el primero en firmar el código de conducta porque estaba convencido de que su contenido está en total armonía con la doctrina católica. Los miembros del Churer Priesterkreis declararon que estaban de acuerdo con el 95% del contenido del código de conducta y que lo acogen con satisfacción. Sólo tendrían dificultades con los puntos mencionados anteriormente. Sin embargo, estos puntos, vistos objetivamente y sin prejucios, son, en opinión del obispo, también compatibles con las convicciones de la Iglesia católica».


Hasta aquí la respuesta que ha dado la diócesis. También me han confirmado que estas aclaraciones son de dominio público, pues el obispo hizo declaraciones similares en varias entrevistas y en conversaciones con sacerdotes y otros trabajadores pastorales. 

Evidentemente cada uno tendrá su valoración sobre la conveniencia de estas indicaciones, pero lo que está claro es que no estamos ante el caso de un obispo que quiere acercarse a los límites de la ortodoxia para acabar cambiando la moral sexual de la Iglesia (cosa que ocurre con los obispos alemanes y algún otro). Estamos ante un obispo que tiene que torear una labor pastoral muy delicada, tratando de conjugar la unidad de la Iglesia, una acogida respetuosa y delicada con las personas LGTBI y la doctrina católica.

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