Javier García Herrería.Profesor de Filosofía.Publicado en Niaia, 20/06/2019
En las últimas tres décadas hemos asistido a una batalla en torno al aborto que no ha dejado de polarizarse. Los sucesos de los últimos meses en Estados Unidos son una buena prueba de ello. Por un lado, en Nueva York ya es legal abortar hasta el noveno mes de gestación y, por otro, Alabama acaba de prohibir el aborto una vez comience a latir el corazón del feto (es decir, en la sexta semana).
A muchos les gustaría que el aborto fuera un tema aceptado plenamente, pero lo cierto es que está lejos de ser una cuestión cerrada en las sociedades occidentales. No hay más que ver las grandes manifestaciones que ocurren en un mismo lugar entre partidarios y detractores. Sin embargo, ambos grupos estarían de acuerdo en que si consideraran al embrión como un ser humano de pleno derecho —aunque esté formado solo por un conjunto de células sin capacidad de sentir o pensar— su vida debería ser protegida como la de cualquier otra persona.
Los que están a favor de dar libertad de elegir a la mujer -el conocido como argumento “pro choice”- consideran que la destrucción de embriones no es equiparable al asesinato de seres humanos. Los provida saben que para reducir el número de abortos lo mejor es centrar su discurso en favor de la mujer, las ayudas a la maternidad y en una educación sexual responsable. Quizá habría que preguntarse si es coherente a la hora de proteger a estos “seres humanos de pleno derecho”, según su visión.
Michael Sandel, el considerado “profesor más famoso del mundo” considera que el posicionamiento actual no es acertado por una razón: la mayoría de las personas provida apenas presta atención a la destrucción de embriones en la FIV o la investigación con embriones. Los argumentos de Sandel están desarrollados en el epílogo de su obra Contra la perfección.
En España se producen unos 100.000 abortos al año, pero además, se crean unos 50.000 embriones anuales para la fecundación in vitro que no son gestados, que serán congelados o destruidos más adelante. En nuestro país hay más de 250.000 embriones congelados, en EEUU 1.400.000 y en Reino Unido se han destruido 2.200.000 embriones desde 1990. A esto hay que sumar los miles de embriones que se destruyen accidental o voluntariamente a lo largo del proceso de la FIV.
Con estos números sería razonable plantearse si los provida deberían poner sobre la mesa esta cuestión para que haya un verdadero diálogo social que permita encontrar la verdad y esclarecer los desacuerdos con quienes no piensan como ellos. No es fácil ni cómodo hacerlo, pero es un buen camino si quieren que su visión del embrión humano sea tomada en serio por la otra parte, pues no es coherente denunciar una masacre en un ámbito y olvidar otra semejante al otro lado.
Sandel recuerda que en 2006 George Bush utilizó su derecho de veto para prohibir la financiación federal de investigaciones con embriones humanos. Se trató de una gran victoria provida; pero no se entiende que verdaderamente Bush creyese que los embriones fuesen seres humanos y al mismo tiempo no hiciese nada por evitar que los embriones fueran destruidos en investigaciones de instituciones privadas. Si creía que destruir embriones era asesinar personas, ¿no debería haber puesto el grito en el cielo cuando estos actos se llevaban a cabo también sin dinero público?
Esto mismo ocurre en casi todas las sociedades occidentales. Los provida tratan de convencer a las mujeres para que no aborten incluso a las puertas de las clínicas abortistas —lo cual demuestra su coherencia— pero apenas protestan contra las clínicas de fertilidad. España es el país de Europa con más clínicas especializadas y es una actividad empresarial que no deja de crecer. En 2015 hubo 128.000 intentos de FIV, lo que dio lugar a 39.000 nacimientos, con una tasa de éxito del 22%. Y la demanda continúa aumentando, pues el 70% de las mujeres mayores de 35 años no consigue quedarse embarazada. Es difícil saber cuántos embriones se fabrican para cada intento, pero sí se sabe que el número de embriones destruidos es mucho mayor que el número de abortos totales.
Por eso, en mi opinión, sería positivo diversificar la estrategia del discurso provida. Por supuesto, este enfoque debe plantearse desde la mesura, la educación y la máxima comprensión para con las parejas que acuden a estos tratamientos y con los 8 millones de personas que han venido al mundo por este procedimiento (actualmente nacen medio millón de niños al año por FIV). Los que han nacido por este método no tienen responsabilidad alguna y son personas con igualdad dignidad, derechos, etc.
Librar esta batalla puede ser un aspecto clave para conseguir revertir la mentalidad abortista. Además, hay un dato positivo que hace pensar que incluso las personas que acuden a la FIV están cerca de admitir que los embriones no son un simple material biológico: la mitad de las parejas que tienen un hijo por FIV prefieren no decidir qué hacer con los embriones sobrantes del proceso. A todas ellas se les ofrecen tres alternativas: la destrucción, la investigación o la donación a otras parejas. Sin embargo, muchos prefieren no responder cuando a las clínicas les preguntan sobre este asunto. Si solo se tratara de material genético, no se entiende que genere tantas reservas decidir qué hacer con él.
También es positivo el rechazo general que produce el mercado de vientres de alquiler, pues muestra con mayor crudeza el riesgo de deshumanización que se produce al engendrar seres humanos en un proceso artificial y la conversión de la maternidad en un lucrativo negocio.
Para citar este artículo
García Herrería, Javier (2019). Fecundación in vitro: ¿son coherentes los provida? EnNiaia, 20/06/2019 accesible en https://www.niaia.es/son-coherentes-los-pro-vida/