Primero fabricamos embriones en un laboratorio. Después toqueteamos para diseñar el mejor de los niños posibles. Ahora queremos legalizar los vientres de alquiler. En su origen todas estas técnicas se justificaban por razones nobles, para ayudar a algunas personas a ser padres. Sin embargo, lo que hemos generado es una industria que se lucra gracias a los deseos insatisfechos, desfigura el papel de la paternidad y la maternidad, y nos deshumaniza hasta extremos solo imaginados por Orwell en 1984: «En el futuro no habrá esposas ni amigos. Lo niños se les quitarán a las madres al nacer, como se les quitan los huevos a la gallina cuando los pone».