No es difícil describir cómo se sienten muchos profesores de filosofía en nuestro país en estos momentos. El año que viene en muchas Comunidades Autónomas se ha eliminado la Historia de la Filosofía de 2° de Bachillerato como materia obligatoria, dejándola como una optativa para los alumnos que la escojan en Sociales. Sin embargo, a esto hay que añadir una nueva asignatura de filosofía en 4º de eso. Aunque a priori hay que felicitarse por el surgimiento de esta materia, lo cierto es que presenta numerosos problemas.
En primer lugar se trata de una asignatura de 2 horas semanales con un temario de 40 epígrafes, es decir, que la media que sale es que hay que dar un epígrafe por clase (y algunos de ellos son tan poco sensatos como la explicación del alma en 6 filósofos distintos en una misma sesión).
Por otro lado, gran parte del temario se pisa con el de 1º de bachillerato, y a esto hay que añadir que no todos los alumnos cursarán la asignatura en 4º de ESO, pues es optativa. Esto quiere decir que cuando todos los alumnos cursen filosofía en 1º de Bachillerato, algunos ya habrán visto parte del temario, por lo que los profesores no sabrán si repetirse de nuevo o dar clase para los más avanzados.
Por no aburrir con detalles me ahorro los comentarios sobre la conveniencia de algunos puntos del temario. En cualquier caso, no quiero dejar de mencionar la risa que le entra a uno cuando lee los objetivos de la asignatura. ¿Los estudiantes universitarios de Filosofía de este país los consiguen cuando acaban el grado?
Pero lo mejor de todo es que esta asignatura es evaluable en la reválida de 4º de la ESO. Sin embargo los profesores no sabemos ni cómo va a ser el examen, ni con qué profundidad hay que dar el temario. Cuando uno se enfrenta a la selectividad, tiene muy claro el modelo de examen y el nivel de conocimientos que debe transmitir a los estudiantes. Sin embargo en esta ocasión nos encontramos desarmados ante la incertidumbre. No sabemos si cubrirnos las espaldas haciendo una asignatura hiperexigente, o diseñarla para que los alumnos la disfruten. Al fin y al cabo son muchos los profesores que todavía consiguen despertar la capacidad de asombro y el espíritu crítico entre sus estudiantes, ahora bien es mucho más difícil esta labor si lo que hay que hacer es preparar un examen memorístico con un temario abarcable a base de esfuerzos que poco tienen que ver con el gozo intelectual.
Acabo. No soy de los que le gusta quejarse ni hacer lamentos estériles, pero a uno se le acaba la paciencia cuando ve que los aspectos más concretos de su trabajo los han diseñado desde arriba y de manera tan chapucera. Ojalá aprendamos pronto a diseñar asignaturas como se hace en el Bachillerato Internacional. No es un sistema perfecto, pero sí escucha a los profesores y diseña temarios flexibles que dejan espacio para la iniciativa y creatividad de alumnos y docentes.
Javier García Herrería
Profesor de Filosofía