Muchas voces han señalado que es una lástima que desde el Ministerio de Educación y las Consejerías no se informe con transparencia a los colegios y ciudadanos sobre cómo está la educación en cada región. Entiendo los miedos que genera facilitar este tipo de información públicamente, pero hasta que no tengamos un diagnóstico fiable y continuado, será muy difícil que mejoremos la educación. Que algunos datos de la educación española no sean públicos clama al cielo. Por ejemplo, las notas de selectividad y la diferencia con la media de 2º de Bachillerato; el número de alumnos matriculados en cada curso y el tanto por ciento que promociona; cuántos de los que empiezan en primaria, la ESO o Bachillerato acaban en el mismo centro; los resultados de las evaluaciones de diagnóstico en primaria o secundaria. Es cierto que algunas comunidades ofrecen alguno de esos datos, pero no todos, ni mucho menos.

Tampoco hay que olvidar que lo que digan esos resultados tampoco es una sentencia definitiva de la calidad de la educación y, además, sería injusto no valorar las circunstancias que atañen a cada colegio (localización, tipo de centro, presupuesto, contexto familiar, etc). Si se hicieran públicos los datos se podría dejar a cada colegio que expresara en esos mismos informes todos los comentarios que quisiese hacer para matizar el alcance de los resultados y explicar mejor lo que muestran. Así, las personas interesadas en cada centro podrían atender a los matices más allá de los números.

Casi el 10% del presupuesto del estado en España se destina a educación, lo que constituye un 4,5% del PIB. Esto supone una inversión de casi 50.000 millones de euros. Por eso, parece pertinente saber qué rentabilidad tiene ese gasto y cómo puede hacerse más eficiente. Aparte del gasto público, el sector privado en educación también mueve mucho dinero. Por ejemplo, continúa creciendo el número de fondos de inversión que adquieren colegios y universidades. No estoy diciendo que el gasto en educación no merezca la pena —que evidentemente lo merece— o que la educación deba regirse por criterios de rentabilidad económica (algo con lo que no estoy de acuerdo). Sencillamente quiero subrayar que es extraño que como sociedad no demandemos estudios más fiables para analizar la eficacia y la eficiencia del sistema educativo.

Es habitual que la información con la que cuenta una familia para escoger centro escolar se reduzca casi en exclusiva al prestigio que da el boca–oreja y la publicidad escolar cada vez más presente. Por no hablar de que en algunas comunidades autónomas apenas se puede elegir realmente, debido a las limitaciones de los criterios para ir a un centro público u a otro. Quizá ha llegado el momento de empezar a demandar más información objetiva. En España tenemos poca cultura de rankings y evaluaciones serias, aunque se vayan viendo cambios. Sería positivo contar con más información que facilite a padres e instituciones más transparencia. Ahora bien, es importante conocer qué es lo que mide cada ranking, qué criterios sigue, pues solo así el público estará en condiciones de saber qué se está describiendo.

Por ejemplo, el ranking de PISA mide las competencias de Lectura, Matemáticas y Ciencias en unas edades determinadas siguiendo criterios comunes para los alumnos de países muy diversos. Sin duda se trata del ranking más famoso en Educación Secundaria, pero hay que saber que mide unas habilidades muy determinadas si las comparamos con las que se necesitan para el desarrollo de la vida adulta. ¿Es una herramienta útil? Sí, por ejemplo, para ver el progreso en esos campos a lo largo de los años o para ver cómo mejorar copiando algunas cosas de otros sitios. ¿Es predictiva respecto al éxito profesional? No. No aspira a tanto. Su objetivo es medir adecuadamente tres aspectos de la educación, pero de ahí a decir que la educación de un país es mejor o peor por ese único ranking es un reduccionismo notable.

En España el ranking de colegios más conocido es el que publica el diario El Mundo, por eso me gustaría comentarlo detenidamente. Antes de hacerlo, quiero dejar claro que es muy loable el esfuerzo que lleva realizando esta institución desde hace 20 años para tratar de mejorar la información sobre educación en España. Por eso, aunque sobre todo hable de las mejoras y limitaciones que tiene su trabajo, quiero dejar claro mi respeto por su labor, pues no es fácil hacerlo mejor con los medios de que disponen.

¿Qué mide el ranking de EL MUNDO?

El estudio analiza 27 criterios que suman 100 puntos. Puede consultarse detalladamente aquí. Se divide en tres grandes bloques: el modelo de enseñanza, la oferta educativa y los medios materiales. Por ejemplo, las actividades académicas de refuerzo para los alumnos con dificultades otorgan 4 puntos, el servicio médico 2 y el índice de fidelización 3.

Problemas del ranking

El principal problema del estudio es que cada colegio rellena una ficha con los datos que se piden y nadie supervisa la veracidad de las respuestas. Es decir, es como si cada colegio realizara el examen de PISA o la Selectividad, lo corrigieran los propios profesores del centro y nadie supervisara la calidad de la evaluación. ¿Sería fiable…? Parece que no mucho.

Y aunque los centros trataran de ser honrados, es poco creíble que algunos criterios del ranking estén basados en mediciones rigurosas por parte de los colegios, más bien se trata de estimaciones. Y es que si se echa un vistazo a los criterios que se evalúan, uno ve cosas que habitualmente no miden los colegios, como por ejemplo, el porcentaje de alumnos que eligen la primera carrera que quieren. Los que trabajamos en la enseñanza media sabemos que no es fácil tener ese dato con un mínimo de precisión, pues implica tener contacto con todos los alumnos a partir del mes de julio, cuando ya los estudiantes no van a pisar el colegio y están descansando con la cabeza en otro sitio.

Como he dicho en la introducción, se entiende que para hacer la clasificación con seriedad habría que hacer una investigación muy costosa. Como no es fácil hacerla, se disculpa que el ranking tenga esta notable imperfección, aunque es importante no perderlo de vista para valorar el alcance de sus resultados.

Otro inconveniente importante es que El Mundo informa del resultado global del ranking, pero le falta transparencia al no publicar la puntuación de cada colegio en cada criterio. Por ejemplo, entre el puesto número 1 y el 22 hay solo 3 puntos (sobre 100) de diferencia. Teniendo en cuenta que uno puede dar más importancia a unos criterios que a otros, estaría bien poder comparar las diferencias en cada uno de los aspectos. Y es que no es lo mismo que un colegio tenga dos puntos más que otro porque tenga servicio médico que por si sus estudiantes tienen buen nivel de inglés. Además, como los colegios no saben la puntuación de cada epígrafe, no saben en qué pueden mejorar.

Aspectos discutibles

Los criterios de cualquier clasificación son infinitamente discutibles y no quisiera extenderme demasiado. De todas maneras hay algunos aspectos importantes, pues el estudio valora cosas que pueden no ser tan positivas como parecen. Por ejemplo, respecto al uso de tecnología se dice: “Los niños deben acostumbrarse desde edades tempranas a la informática y familiarizarse con un entorno de futuro y útil en estudios superiores y en el mundo profesional, donde las TIC cada vez cobran mayor importancia. Se valora positivamente la existencia de nuevas tecnologías de uso didáctico”. En la educación estamos en un debate muy intenso y sin una clara respuesta todavía respecto a la conveniencia del uso de la tecnología, sobre todo en edades tempranas. Quizá un colegio tenga 20 puestos de diferencia en el ranking sencillamente porque es prudente a la hora de introducir la tecnología en el aula.

En esta misma línea, hoy día sabemos que la calidad de las asignaturas impartidas en otros idiomas suele ser más baja, por ejemplo porque la imparten profesores nativos que carecen de la preparación específica en la disciplina o tienen muy poca experiencia en el aula. Habría que evaluar la titulación o experiencia docente que tienen esos profesores.

Un criterio importante que no mide el estudio son las certificaciones de idiomas de los alumnos. Se valora si el colegio ofrece intercambios o si ofrece exámenes externos, pero sería más positivo saber qué nivel real tienen según los estándares europeos (cuántos salen con el C2, C1, B2, etc) y si adquieren ese nivel sin necesidad de hacer desembolsos en el extranjero.

Por último, el ranking de El Mundo indica qué criterios sigue y qué valor numérico da a cada uno, pero no especifica más concretamente cuáles son los estándares por lo que otorga las diferentes calificaciones en cada apartado. Se entiende que en aras de la simplicidad y la divulgación propias de un periódico uno no se ponga a explicar todos los detalles, pero sería bueno poder acceder a estos datos en algún enlace de su web. Por ejemplo, no se sabe cómo se valora el ideario de un centro, pues a unas personas les puede importar si el colegio es confesional y a otros les puede dar igual. De este modo, con independencia de los criterios que se elijan, el lector podrá valorar si se adecuan o no a sus gustos e intereses.

Posibles mejoras

Creo que el enfoque de un estudio sobre la calidad de la educación debería centrarse no tanto en hacer un ranking con una clasificación como en ofrecer información fiable de muchos aspectos diversos de cada centro escolar. De este modo, cada uno podrá valorar en qué criterios quiere fijarse para valorar qué colegio le interesa o le parece mejor.

Sería muy interesante que los colegios públicos e institutos también participaran en esta evaluación, pues al fin y al cabo lo importante es conocer la calidad de la educación. Además, al igual que ocurre con los colegios privados y concertados, dentro de las instituciones públicas hay grandes diferencias de calidad. A muchos centros —con independencia de su naturaleza jurídica— les interesa que haya una información transparente que valore adecuadamente su trabajo. Además, en la medida en que los centros públicos no aparecen en el ranking de El Mundo, se genera inconscientemente la idea de que la educación privada o concertada es siempre mejor (cuando evidentemente eso no es cierto).

Otra información relevante que sería importante proporcionar son las condiciones socioeconómicas de partida. En algunos estudios en EEUU las puntuaciones de este tipo de estudios no son absolutas, sino relativas al punto de partida, de modo que se puede valorar qué centros escolares hacen mejor las cosas en función de las dificultades de su contexto. Algo parecido y muy relevante es lo que hace el estudio de desigualdades económicas y rendimiento académico del Observatorio Social de La Caixa. Si además, como ya se ha dicho, cada centro escolar puede mostrar en el estudio una breve explicación para entender el contexto de sus resultados, se podría dar una visión mucho más enriquecedora.

Como ya se ha dicho, cualquier selección de criterios es cuestionable. Así pues, aquí voy con algunas propuestas que podrían enriquecer la evaluación de un centro escolar:

– Formación de padres. ¿Se ofrecen cursos de formación u orientación para los padres?

– Relación familia-colegio: Número de entrevistas entre los padres y el tutor, u otros profesores.

– Becas, especialmente para colegios privados. ¿El colegio ofrece becas a los estudiantes más desfavorecidos?

– Diversidad. ¿Qué tanto por ciento de los alumnos son inmigrantes? ¿En qué medida es un colegio centrado solo en determinados niveles socioeconómicos? ¿Cuál es la diferencia media de ingresos entre los padres de los alumnos?

– La opinión de las familias. Son los “clientes” de la educación pero no se cuenta con su opinión. No es fácil hacerlo, pero desde luego sería muy significativo.

– La opinión y satisfacción de los profesores.

Como estamos en la época del Big Data y la comunicación instantánea, a medio plazo sería muy interesante saber muchas otras características del alumnado que algunas universidades están empezando a conseguir. Por ejemplo, saber a qué edad empiezan a trabajar. O el sueldo del primer empleo. Si hacen actividades sociales o se dedican a profesiones con más o menos impacto social. Sin duda alguna serían criterios interesantes para valorar cómo educa un colegio, aunque como es obvio muchas de estas cosas no dependen solo del colegio. Es cierto que muchos de esos criterios son difíciles de medir y sería muy costoso obtenerlos, pero no quería dejar de apuntarlo para que se vea que los aspectos a analizar podrían ser muy variados.

Por último, hay dos propuestas que ayudarían a dar mayor fiabilidad al ranking y es asequible llevar a cabo contando con los recursos actuales para el estudio. La primera es que la página en la que se muestran los datos de cada centro incluya las respuestas enviadas por el colegio en el cuestionario y los puntos que obtiene en cada criterio. Mostrar las respuestas de cada centro tampoco asegura que sean verdaderas, pero lo facilita notablemente, pues los propios padres y alumnos pueden contrastarlas con facilidad. Y no digamos ya los profesores del centro. De este modo, si un colegio exagera los resultados, se arriesga a que sea muy fácil que sus propios empleados y familias lo comprueben y lo comenten entre sus allegados o en las redes sociales.

La segunda propuesta que ayudaría a mejorar el ranking sería que los usuarios que consultaran la web pudieran adecuar algunos de los criterios en función de aquellas aspectos que valoran más. Actualmente el ranking solo distingue entre colegios ordinarios y colegios internacionales, y la localización por provincias, pero sería enriquecedor que el usuario pudiera escoger otros parámetros. Por ejemplo, saber qué colegios son mejores o peores en función del nivel de renta del sitio en el que se encuentran; la titularidad pública o privada; la confesionalidad o aconfesionalidad; si son diferenciados o con coeducación; si tienen bachillerato de artes o humanidades; si usan o no tecnología hasta el bachillerato. Como se ve, estoy escogiendo algunos criterios a los que muchos padres dan mucha importancia y no sería difícil seleccionarlos con los datos que actualmente se recogen en el estudio. De hecho, deberían ser las administraciones públicas quienes crearan una base de datos que pueda consultarse según determinados parámetros.

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Si se te ocurren comentarios, mejoras u otros aspectos a tener en cuenta, puedes escribirme a javiergarciaherreria(@)gmail.com

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