Continuamente aparecen noticias de obispos haciendo guiños a la comunidad LGTBI+, sacerdotes que dan la comunión o bendicen a personas que viven una sexualidad desordenada, catequistas y religiosos que normalizan las actividades LGTBI en el seno de las parroquias, etc, etc, etc. 

Son muy pocos los pastores que corrigen públicamente estos desmanes. No es fácil hacerlo, teniendo en cuenta que otros con más mando deberían tomar cartas en el asunto y no lo hacen. Por no hablar de los ataques que uno recibiría en la esfera pública -en los medios de comunicación y redes sociales- si se enfrenta a la postura que está de moda.

El panorama que percibimos muchos católicos puede ser intimidante y producir bastante desasosiego. Quizá se parezca a la sensación que debieron de sentir los apóstoles cuando se desató la tempestad en el lago de Galilea. Despertaron a Jesús suplicando su ayuda para no perecer. Es interesante no olvidar la respuesta de Jesucristo: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Todavía no tenéis fe?”. Quizá el Señor nos diría algo parecido ante el crecimiento de la antropología de género en bastantes ambientes católicos.

Traigo a colación esta escena no porque quiera quitar importancia al problema, sino porque creo que los católicos fieles al Magisterio no debemos sufrir desgarradoramente por este asunto, aunque sin duda es muy grave. 

No perdamos de vista que Dios es el Señor de la historia, la redención ya está hecha y, si permite estas cosas, seguro que sacará bienes mayores. Si se acepta este marco, este punto de partida, se asumirán mucho mejor el tipo de acontecimientos que a continuación paso a relatar. 

Obispos, sacerdotes y laicos a favor de la teoría de género

Hay un conjunto de obispos y sacerdotes que están convencidos de que la Iglesia debería cambiar su doctrina sobre la homosexualidad. Ni mucho menos son la mayoría, pero sí un número relevante para aceptar que no son un fenómeno aislado u ocasional. Por ejemplo, dos cardenales nombrados en 2019 y 2022 han abogado por aprobar la homosexualidad como algo bueno. Se trata de Jean-Claude Hollerich -Arzobispo de Luxemburgo y relator del Sínodo de la sinodalidad- y McElroy -obispo de san Diego-.

Este ambiente contrario a la antropología tradicional de la Iglesia puede verse con claridad en el ámbito del Camino sinodal alemán, que ha puesto sobre la mesa un documento para modificar la moral sexual de la Iglesia. En esta misma línea, se sitúa el crecimiento de la bendición de parejas homosexuales por parte de sacerdotes católicos. Esta práctica se extendió en Alemania, hasta el punto de que el Vaticano se vio obligado a intervenir con una nota aclaratoria, en marzo de 2021, prohibiendo este tipo de prácticas.  

Sin embargo, estas ceremonias siguen celebrándose, e incluso hay obispos que han dicho que van a seguir permitiéndolas en sus diócesis. Como en muchos casos no hay medidas disciplinarias contra los sacerdotes u obispos que no siguen la ortodoxia, no es extraño que en septiembre de 2022 los obispos flamencos se posicionaran a favor de este tipo de bendiciones y, pese a este acto, no recibiesen una llamada de atención por parte del Vaticano en su posterior visita ad limina, según comentan los propios obispos.

Una visión general del problema

A comienzos de diciembre se publicó en YouTube un documental de producción española titulado El deseo de Dios. Aborda la pastoral LGTBI en la Iglesia católica. Da voz tanto a los que están a favor de la normalización de la teoría de género en la Iglesia, como a los que están en contra, entrevistando a interlocutores relevantes de las distintas posiciones y no simplemente a personas escogidas al azar para que den su opinión. El reportaje presenta los argumentos de unos y otros, de una forma bastante equilibrada, sin tomar partido. 

James Martin

Uno de los participantes en el documental es James Martin, un sacerdote muy famoso y a favor de la aceptación de la homosexualidad en la Iglesia, hasta el punto de que es conocido como el “apóstol LGTBI” . Martin promueve una pastoral de acogida a las personas homosexuales, lo cual es positivo y razonable si uno lo entiende adecuadamente, es decir, siguiendo las orientaciones del Catecismo y de otros documentos del Magisterio. El problema es que también quiere que la Iglesia acepte las relaciones homosexuales y celebre el día del orgullo gay con total normalidad. 

La amistad y el apoyo que ha dado públicamente en diversas ocasiones el Papa Francisco a este jesuita norteamericano, quizá sea uno de los gestos del Pontífice que más cuesta entender a los católicos más ortodoxos. Para hacerse una idea de su respaldo, basta considerar que el Papa le ha recibido y le ha escrito en varias ocasiones elogiando su labor y, además, le nombró consultor del Dicasterio de las Comunicaciones. Como es lógico, el sacerdote por su parte saca pecho de estos encuentros en redes sociales, hasta el punto de dar la sensación de que todas sus ideas son compartidas completamente por el Papa. 

La cultura LGTBI en el Vaticano

Mucho se escribe desde hace 15 años sobre la existencia de un lobby LGTBI en el Vaticano. Al principio yo pensaba que esto eran bulos propagados por los enemigos de la Iglesia, pero lo cierto es que hay trabajadores de la Santa Sede que son homosexuales, como se ha visto en diferentes noticias. Por ejemplo, Krysztof Charamsa, oficial de la Congregación de la Doctrina de la Fe, salió del armario en 2015 y aseguraba que había muchos gays en el Vaticano. 

En 2017, la Gendarmería vaticana descubrió una orgía homosexual con drogas en un apartamento vaticano. Fue organizada, nada menos, en el piso del secretario de un cardenal. Ese mismo año, un sacerdote y diplomático de la Santa Sede fue detenido por posesión de material de pornografía infantil.

En 2019 se publicó Sodoma, una obra que aseguraba haber entrevistado a centenares de trabajadores del Vaticano para llegar a la conclusión de que el 80% de sus empleados eran gays (algo, sin duda, inverosímil). El libro contó con el asesoramiento de Francesco Lepore, un exsacerdote que trabajó como latinista en la Santa Sede. 

No tengo especiales conocimientos para valorar cada una de las afirmaciones que se publican sobre estos asuntos, pero lo que está claro es que hay sacerdotes de la curia que son homosexuales activos. 

La cultura LGTBI en el mundo

En 2017 se descubrió que el cardenal McCarrick, una de las principales figuras de la Iglesia estadounidense de las últimas décadas, había cometido numerosos abusos sexuales, por ejemplo con seminaristas de la diócesis de Washington. Fue expulsado del sacerdocio. 

¿Cómo se ha llegado en el seno de la Iglesia a comportamientos tan contrarios a la enseñanza sobre la castidad? Algunos autores creen que el origen está en la influencia que tuvo la revolución sexual de mayo del 68 en las universidades católicas y los seminarios. Una explicación detallada de esta línea argumental puede encontrarse en el libro de George Weigel El coraje de ser católico. Incluso una profesora de teología en seminarios estadounidenses afirma que hay una red de prelados homosexuales que se protegen unos a otros. 

En cualquier caso, sea cual sea el origen del problema, lo cierto es que es un asunto grave y que afecta a numerosos clérigos en muchas partes del mundo. Por ejemplo, Markus Fuhrmann, ha sido elegido provincial de los franciscanos en Alemania en 2022 tras declararse homosexual. Y también en ese país, un monje que predicó contra de la ideología de género el mes pasado fue censurado por su superior y el obispo local. En Suiza, un obispo implantó un código de conducta para los sacerdotes de su diócesis bastante preocupante.

Por su parte, el cardenal estadounidense McElroy, creado en el consistorio del verano de 2022, reclamó en enero de 2023 la admisión de mujeres al sacerdocio y que se revise la doctrina que dice que los actos sexuales fuera del matrimonio excluyen de la comunión.

La cultura LGTBI en España

En el último mes ha habido dos noticias relevantes en relación a los asuntos de género e Iglesia en España. La primera fue la decisión de un párroco de Badajoz de celebrar la Novena a la Inmaculada especialmente organizada por el colectivo LGTBI. La otra surgió a raíz de un tweet poco claro de la organización Escuelas católicas sobre su relación con una asociación LGTBI.

Sin entrar a valorar la conveniencia de este tipo de actos, lo cierto es que los problemas surgen cuando no queda claro si los gestos pastorales para que las personas homosexuales se sientan acogidas en la Iglesia no quieren implicar también un respaldo de los actos homosexuales. 

Como es natural, en nuestro país la mayoría de los sacerdotes acogen con cariño a todas las personas, incluidas aquellas que manifiestan tendencias homosexuales; sin embargo, esto no significa que alienten de forma directa el desarrollo de esas inclinaciones. Este apoyo directo a las prácticas LGTBI la pueden tener algunos sacerdotes aislados o distintas asociaciones, como por ejemplo Crishom (acrónimo de CRIStianas y cristianos de Madrid HOMosexuales). Se trata de una asociación civil que se define como cristiana y LGTBI, que desarrolla actividades de acogida, acompañamiento y sensibilización con el objetivo de normalizar la cultura de género en la Iglesia. Algunos sacerdotes incluso les apoyan celebrando misas privadas. 

Para entender el tipo de labor que realiza, son ilustrativas las entrevistas que realizó el famoso sacerdote y youtuber marianista SM Dani en 2021. En en su canal de YouTube entrevistó a una bisexual cristiana casada que participaba en las actividades de Crishom. Su testimonio mostraba cómo el acompañamiento pastoral que recibía no la alentaba a vivir la castidad a pesar de la inclinación que sentía, sino que partía de la idea de que la condición homosexual era algo natural, es decir, algo hecho y querido por Dios. Por este motivo, luchar contra ella es algo ilógico y contraproducente.

Pocos días después publicó una entrevista a un matrimonio católico cuyos hijos eran homosexuales. También en esta ocasión volvía a subrayarse el mismo argumento: la condición homosexual era algo bueno y querido por Dios y, por tanto, debe ser aceptada con alegría. 

Pero, sin duda, el vídeo que generó más revuelo fue la conversación que mantuvo con James Alison, un ex sacerdote dominico abiertamente homosexual. En principio parecía una entrevista para escuchar su testimonio y entender su perspectiva, pero más bien acabó siendo una justificación de la actividad homosexual como algo que la Iglesia debería considerar bueno. La reacción a sus argumentos no se hizo esperar, como pueden verse las vídeo respuestas de los sacerdotes Julián Lozano y Javier Olivera.

Las actividades de Crishom puede que no convoquen a muchas personas, pero el eco que van teniendo es cada vez mayor, como muestra el reportaje que publicó Vida Nueva (la revista de SM, Marianistas). Teniendo en cuenta cómo está cubriendo Vida Nueva la inclusión del colectivo LGTBI en la Iglesia, la propia Crishom otorgó un premio al director de la publicación por su apoyo. 

Antes de acabar, quiero subrayar algo muy positivo, a saber, que entre los obispos españoles no hay ninguno que se haya posicionado a favor de la antropología de género o haya pedido que la Iglesia cambie su doctrina tradicional. También son muy pocos los sacerdotes que abogan por este tipo de cambios, por lo que puede decirse que el panorama es mejor que en otros lugares. 

La posición de la Iglesia

La postura de la Iglesia sobre la homosexualidad es clara y bien conocida. Puede verse sintéticamente expresada con un gran respeto en los tres puntos que el catecismo le dedica

2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.

2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.

2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.

Para no extenderme explicando la postura de la Iglesia sobre la homosexualidad, solo me remito a otros dos documentos importantes, la “Carta a los obispos de la iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales”, de 1986, y “Varón y mujer los creó: para una vía de diálogo para la cuestión del gender en la educación”, de 2019. 

Errores de comprensión

En ocasiones se habla de la homosexualidad con afirmaciones un tanto ambiguas, que pueden interpretarse de formas diversas. Es lógico que esto ocurra porque, en numerosas ocasiones, nos encontramos en contextos y situaciones en los que hablamos de forma espontánea y superficial, sin ahondar verdaderamente en las sutilezas y matices propios de un tema tan complejo.

Un ejemplo de este tipo de afirmaciones equívocas es, por ejemplo, cuando alguien dice que “la homosexualidad no es pecado”. En este caso la frase es verdadera si por homosexualidad entendemos la inclinación, pero no es cierta si nos referimos a la realización de actos homosexuales. Y esto teniendo siempre en cuenta que la Iglesia no juzga a las personas (sus intenciones, su grado de culpabilidad, etc.), pero sí los actos que realizan. 

Si se tiene esto claro, se entiende que se pueda afirmar con verdad que “se puede ser cristiano y homosexual”, “homosexual y santo”, e incluso que “la homosexualidad es algo querido por Dios” (pero no porque se vea como algo bueno, sino porque Dios permite que exista esa inclinación). 

También es habitual la reivindicación de “que no se juzgue a las personas homosexuales”, algo muy razonable si ese juicio implica una condena a la persona por su inclinación homosexual. Evidentemente, esta valoración no quiere decir la aprobación de los actos homosexuales, como se desprende de los textos del Catecismo antes citados. En este sentido se entiende que la famosa frase del Papa Francisco, “¿Quién soy yo para juzgar?”, no se refería a un juicio sobre los actos homosexuales sino sobre la persona misma y las causas por las que tiene esa inclinación.

Si una persona conoce la doctrina católica sobre la homosexualidad, sabe identificar con facilidad este tipo de malentendidos e interpretarlos adecuadamente cuando los oye. El problema llega cuando uno se encuentra con pastores o religiosos que parecen defender que las relaciones homosexuales son buenas, siempre que estén dentro de una relación de amor. Esta es la postura, entre otros muchos, del jesuita José Luis Carabias que, a juzgar por sus palabras en esta entrevista, encuentra incluso apoyo entre las autoridades jesuitas. 

Y es que es innegable que dentro de la Iglesia, algunos apoyan la teoría de género porque creen que la homosexualidad es tan natural, buena y sana como la heterosexualidad. Otros no acaban de explicar con claridad si la aceptan, pero su pastoral sí la admite en la práctica. También hay quien piensa que la Iglesia debería declarar que los actos homosexuales no son pecado porque algunas personas no son capaces de vivir la castidad. En cualquiera de estos casos, el resultado práctico es el mismo, hay personas en la Iglesia que creen que los actos homosexuales deben ser aceptados.

Cuál es la posición del Papa

Como es bien sabido, el Papa Francisco es directo e informal en muchas de sus declaraciones, algo, a mi modo de ver, muy positivo para comunicar con cercanía. Sin embargo, tiene como contrapartida de que algunas de sus afirmaciones pueden ser mal interpretadas con facilidad. 

Por supuesto estoy convencido de que el Papa no está a favor de la normalización de la homosexualidad y su postura es fiel al Catecismo y la tradición de la Iglesia. Eso sí, tiene una especial preocupación y sensibilidad para que los homosexuales sean especialmente queridos y se acerquen a Jesucristo y la Iglesia. Esta cercanía del Papa no solo la muestra con el colectivo LGTBI sino también con otros muchos que son especialmente vulnerables o que se sienten lejos de la Iglesia, como por ejemplo los pobres, los inmigrantes, las mujeres o los casados tras un primer divorcio que no pueden comulgar. 

A mi modo de ver, esta actitud es positiva en general, sin embargo, como todas las opciones audaces, tiene riesgos. En este caso concreto, las declaraciones del Papa son aprovechadas por los que quieren cambiar el fondo de la doctrina (tanto dentro de la Iglesia, como en los medios de comunicación). Esta circunstancia preocupa enormemente (y con razón) a muchos fieles cristianos, que pueden llegar a pensar que el mismo Papa quiere modificar la esencia del Magisterio en lo referido a estos temas.

Una explicación del modo de actuar del Papa, sugiere que al Papa Francisco no le importa asumir riesgos con tal de acercarse a las periferias. Es algo coherente con sus mensajes y sus gestos desde el comienzo del pontificado. Gustará más o menos, pero es el estilo de su liderazgo eclesial.

Ahora bien, creo que está fuera de toda duda que la opinión del Papa Francisco sobre el pensamiento de género es la misma que la del Catecismo. Puede verse con claridad en estos textos de sus encíclicas: 

Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que «niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo». Es inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños. No hay que ignorar que «el sexo biológico (sex) y el papel sociocultural del sexo (gender), se pueden distinguir, pero no separar»

Amoris laetitia, 56

En el curso del debate sobre la dignidad y la misión de la familia, los Padres sinodales han hecho notar que los proyectos de equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el matrimonio, «no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia […] Es inaceptable que las iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el “matrimonio” entre personas del mismo sexo». 

Amoris laetitia, 251

Decía Benedicto XVI que existe una «ecología del hombre» porque «también el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo». En esta línea, cabe reconocer que nuestro propio cuerpo nos sitúa en una relación directa con el ambiente y con los demás seres vivientes. La aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo entero como regalo del Padre y casa común, mientras una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la creación. Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana. También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente. Por lo tanto, no es sana una actitud que pretenda «cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma».

Laudato si,155

En este enlace pueden verse otras citas del Papa Francisco pronunciándose en el mismo sentido en otros foros (audiencias, discursos, etc). 

Pero entonces, ¿por qué muchos católicos tienen la sensación de que el Papa no es claro a la hora de condenar la ideología de género? Por algo muy sencillo: cuando el Papa hace declaraciones que -en su literalidad- pueden interpretarse en un sentido favorable a la teoría de género, la opinión pública y la prensa las publicitan enormemente. Sin embargo, cuando el Papa habla en contra con claridad las cancelan y no hablan de ellas, es como si no existieran. Esto mismo le pasa al Papa con otros temas, por ejemplo, cuando condena el aborto, la eutanasia, el diseño genético, etc.  

El verdadero problema de fondo

Desde una perspectiva católica, todo lo que sea acompañar a las personas con tendencias homosexuales siempre y cuando no se confunda con la aceptación de la tendencia homosexual como algo positivo, es verdadera caridad y algo muy cristiano. Ahora bien, no siempre es fácil de hacerlo en la práctica, entre otros motivos porque posicionarse en contra del pensamiento de género no sigue la corriente políticamente correcta, e incluso es ilegal en algunos contextos de países desarrollados. Sin embargo, aquí está el verdadero meollo del asunto. En poco más de una década la opinión pública ha pasado de la tolerancia a las personas que aceptan la antropología gender, a la cancelación -cada vez mayor- de las que no asumen este discurso. 

Por ejemplo, en España no está permitido enseñar en ningún colegio, aunque sea privado o católico, una antropología distinta a la de género. La misma Ley Orgánica de Educación 2/2006 está diseñada desde la perspectiva de género. Por eso, en el mismo Preámbulo se dice que entre los fines de la educación se encuentra el desarrollo de las “capacidades afectivas del alumnado” y “el reconocimiento de la diversidad afectivo-sexual”. Como puede suponerse las nuevas leyes educativas no solo piden respeto hacia todas las orientaciones sexuales, sino que ese respeto implica la aceptación por parte de todos de que todas las orientaciones son igualmente válidas y positivas. 

Esta valoración no se reduce al ámbito educativo sino que se extiende a otros muchos, como por ejemplo el de los profesionales de la salud, que lo tienen cada vez más difícil para ayudar a personas que acudan a ellos porque quieran evitar sus tendencias homosexuales. Y es que la prohibición de las terapias de conversión se extienden con rapidez, a pesar de que muchos sanitarios e investigadores pongan el grito en el cielo, precisamente porque casi todos los adolescentes que experimentan tendencias homosexuales dejan de tenerlas en poco tiempo. 

Conclusiones

De todo lo expuesto pueden extraerse varias conclusiones:

  • La doctrina católica no acepta la antropología de género. 
  • El Papa no la acepta tampoco, aunque algunos de sus gestos y declaraciones pueden tergiversarse hacia esa conclusión. 
  • Hay una mayor sensibilidad para acoger a las personas homosexuales en la Iglesia y esto es algo positivo si se entiende conforme al Magisterio de la Iglesia.
  • Hay algunas personas dentro de la Iglesia que entiende que la acogida tiene que implicar la aceptación de la antropología de género, ya sea porque es positiva o porque hay gente que no puede vivir la castidad. 

Imagen: ©Brian Talbot

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