Prólogo de La tiranía del mérito

  • La pandemia de coronavirus puso de relieve la importancia de compartir entre todos las cargas y sacrificios derivados de una urgencia sanitaria. pág. 11.
    • El lema que se usaba era que “todos estamos juntos en esto”, pero no era fácil de gestionar debido al rencor que había entre los dos grandes partidos de EEUU (aunque lo mismo ocurría en otros países del mundo). pág. 13.
    • El liberalismo económico de las últimas décadas había aumentado la riqueza de los países desarrollados, pero lo había hecho de un modo desigual, pues la diferencia entre ricos y pobres cada vez era más grande. pág 13.
      • La clave de la justificación moral de la división social estaba en el modo de concebir el éxito, pues estaba basado en la meritocracia, es decir, en la idea de que todos tenemos lo que merecemos en la medida en que hacemos rendir nuestros talentos. pág. 14.
        • Ahora bien los perdedores de la globalización sentían un gran resentimiento, fruto del cual creció el odio contra las clases dirigentes, aumentó el populismo y finalmente propició la victoria de Trump. pág. 14. 

Introducción

  • El caso de los padres ricos que hicieron trampas para que sus hijos entraran en las mejores universidades suscitó una indignación comprensible entre los ciudadanos norteamericanos. Pág. 15.
    • El problema no era solo porque unos ricos hubieran usado su dinero para hacer trampas, sino también porque entrar en las mejores universidades de EEUU es un trampolín para el éxito laboral y económico en el futuro. pág. 17.
    • ⅔ de los estudiantes de la Ivy League proceden del 20% de las familias más ricas de EEUU, lo que demuestra que es muy difícil entrar en esas universidades si no tienes recursos económicos que te faciliten una buena educación y otras experiencias que completen un currículum excelente. pág. 20.
    • Argumentaciones a favor y en contra de la discriminación positiva en el acceso a la universidad. pág. 21.
    • La gente no quiere ir a las buenas universidades solo para labrarse un buen futuro sino también por el prestigio que va asociado a pertenecer a una de los mejores centros educativos. pág. 23.
    • La meritocracia en el acceso a la universidad esconde dos problemas:
      • Conllevan un esfuerzo extenuante para labrarse un buen currículum.
      • Facilitan que los bien posicionados piensen que su éxito es solo obra suya, de su esfuerzo. pág. 24.

1. Ganadores y perdedores

  • Los demócratas en EEUU no han entendido por qué Trump ganó las elecciones. El problema ha sido que concebían el gobierno como algo puramente técnico, tecnocrático. Pensaban que el liberalismo haría que el mercado se regulara automáticamente en busca del bien común. Además, de este modo se evitaba en la opinión pública un debate sobre las cuestiones morales que subyacían en la vida pública. pág. 30.
    • El crecimiento del liberalismo y las políticas tecnocráticas se remontan a la década de 1980, con Reagan y Thatcher. Defendían que el Estado era el problema y que los mercados eran la solución. Cuando abandonaron la escena política, los políticos de centroizquierda que los sucedieron —Bill Clinton en Estados Unidos, Tony Blair en Gran Bretaña y Gerhard Schröder en Alemania— continuaron en la misma línea. pág. 32.
    • La mayor parte de la riqueza en EEUU ha ido a parar al 10% más rico, hasta el punto de que un 1% de los americanos gana más que el 50% más pobre. pág. 34.
    • Hay poca movilidad ascendente en la escala económica social. Solo una de cada cinco personas que nacen en un hogar del 20 por ciento más pobre según la escala de renta a ascender hasta el nivel de la clase media. Resulta más fácil ascender desde orígenes pobres en Canadá, o en Alemania, Dinamarca y otros países europeos, que en Estados Unidos. pág. 35.
    • Conclusión: tenemos una especie de aristocracia hereditaria, los ricos son cada vez más ricos. No hay verdadera meritocracia. El sueño americano ya no es creíble, pues por mucho que trabajes es difícil que asciendas. pág. 36.
    • Los seguidores de Trump no se quejan solo de la inmigración porque les quite el trabajo o por la deslocalización de empresas, también les irrita un sistema que se supone que es meritocrático y sin embargo no lo es. Los que están arriba no han trabajado tanto sino que han tenido muchas más oportunidades. Y por todo esto se sienten humillados y darán su voto a cualquiera que prometa acabar con las reglas de juego y los políticos despreocupados con los problemas de la gente común. pág. 37.
      • Por si fuera poco los que han triunfado tienden a pensar que su éxito es fruto de su esfuerzo, de su virtud. pág. 41.
    • Hoy día la aportación al bien común se valora en términos económicos y no tanto en el verdadero valor de los servicios que se hacen, lo que empobrece lo que estimamos en la vida pública. pág. 42.
    • En 1958 el sociólogo Michael Young publica El triunfo de la meritocracia, y profetizó que la meritocracia no solo haría que unos fueran más pobres que otros sino que además haría que los pobres se sintieran humillados. pág. 44.

2. Breve historia del mérito moral

  • La meritocracia fomenta la iniciativa y la eficiencia, pero también hace que uno crea que nuestro destino está solo en nuestras manos, en nuestro esfuerzo. Facilita que no seamos humildes sino soberbios. pág. 48.
    • La meritocracia hace que la responsabilidad personal sea inmensa, pues cómo nos vaya dependerá exclusivamente de nosotros. Esto tiene una parte importante de verdad, pero no es cierto de que seamos plenamente responsables de lo que nos ha tocado en suerte. pág. 49.
  • Historia de la meritocracia:
    • En la Biblia. Libro de Job. pág. 49 y ss.
    • Lutero y la ética protestante como fundamento del capitalismo. pág. 54 y ss.
      • La salvación no depende del esfuerzo personal sino de la gracia de Dios. Ahora bien, el éxito económico es una muestra de la predestinación, pues Dios está de mi parte y me ayuda a triunfar. Si uno está convencido de esto, como es lógico trabajará duro para que le vaya bien. pág. 55.
      • Además, el protestante calvinista busca ganar mucho dinero pero no gastar, por lo que nace el ahorro de las clases medias. La idea es conjugar el éxito económico con un ascetismo que me desprende de las cosas materiales. pág. 55.
    • Ahora que la fe en Dios ha disminuido, la gente cree que el éxito no es fruto del querer de Dios sino de mi propio esfuerzo. pág. 58.
    • En resumen: hay dos caminos, o se acepta que todo depende del trabajo y esfuerzo personal o se reconoce que en la vida humana hay factores que trascienden nuestro control. pág. 59.
      • Aceptar que hay cosas impredecibles y que las oportunidades no son las mismas para todos facilita la humildad y que uno esté más dispuesto a ayudar a los demás. pág. 60.
      • Se puede aplicar la lógica meritocrática a la lógica de los precios de los seguros. Si uno piensa que es dueño de su destino estará de acuerdo en que los que llevan una vida sana tengan un seguro barato, mientras que no la llevan paguen primas más altas. pág. 64.
        • “Muchos de nuestros problemas sanitarios son autoinducidos; dos terceras partes de los estadounidenses padecen actualmente de sobrepeso, y un tercio son obesos. La mayoría de las enfermedades que nos matan, y que representan un 70 por ciento del gasto total en sanidad —las afecciones cardíacas, el cáncer, el ictus, la diabetes y la obesidad—, son prevenibles en su mayor parte si se sigue una dieta adecuada, se practica ejercicio, no se fuma, se consume el mínimo alcohol posible y se adoptan otras medidas típicas de un estilo de vida saludable”. pág. 65. Como se ve uno puede sostener que incluso tener buena salud es consecuencia de la virtud, y tiene parte de razón. La cuestión es si queremos que eso implique que algunos no tengan acceso a seguros médicos, teniendo en cuenta además que pueden surgir otro tipo de desgracias impredecibles.
    • Tras la caída de la Unión Soviética la fe en el mercado y los presupuestos liberales se extendieron rápidamente. Parecía que la globalización era el paladín del desarrollo económico, sin embargo la crisis económica de 2008 tuvo mucho que ver con la falta de regulación financiera y el descontento social que hoy vivimos es una muestra de que los beneficios del mercado libre no han llegado a todos. pág. 73.

3. La retórica del ascenso

  • El alumnado de las universidades de élite en EEUU está convencida de que su éxito es consecuencia de su esfuerzo. pág. 81.
  • Las dos grandes ventajas del liberalismo de mercado es que da mucha libertad y son eficientes, pero además suponen que todas las personas tienen lo que se merecen. pág. 83.
    • El único matiz es que el estado debe ayudar a los que a pesar de su esfuerzo no han podido salir adelante. pág 85. Ahora bien, como es lógico esto no es fácil de averiguar. 
  • Obama, Bill y Hillary Clinton creyeron a pies juntillas en la justicia de la meritocracia, lo que facilitó que muchos se sintieran humillados por no haber salido adelante. Ese descontento es el que explica el triunfo de Trump. pág. 95.
  • Resumen de la tesis del libro: “La tiranía del mérito nace de algo más que la sola retórica del ascenso. Está formada por todo un cúmulo de actitudes y circunstancias que, sumadas, hacen de la meritocracia un cóctel tóxico. En primer lugar, en condiciones de desigualdad galopante y movilidad estancada, reiterar el mensaje de que somos individualmente responsables de nuestro destino y merecemos lo que tenemos erosiona la solidaridad y desmoraliza a las personas a las que la globalización deja atrás. En segundo lugar, insistir en que un título universitario es la principal vía de acceso a un puesto de trabajo respetable y a una vida digna engendra un prejuicio credencialista que socava la dignidad del trabajo y degrada a quienes no han estudiado en la universidad. Y, en tercer lugar, poner el énfasis en que el mejor modo de resolver los problemas sociales y políticos es recurriendo a expertos caracterizados por su elevada formación y por la neutralidad de sus valores es una idea tecnocrática que corrompe la democracia y despoja de poder a los ciudadanos corrientes”. pág. 96.

4. Credencialismo. El último de los prejuicios aceptables

  • “Cuando la élite meritocrática vincula de modo tan estrecho el éxito y el fracaso a la capacidad que una persona tenga o haya tenido de graduarse en la universidad, está culpando implícitamente a quienes no posean un título universitario de las duras condiciones con las que se están encontrando en la actual economía globalizada”.
    • “Al mismo tiempo, se está exonerando a sí misma de toda responsabilidad por promover políticas económicas que no hacen más que incrementar la ventaja salarial que un título universitario otorga a quien lo tiene”. 
    • “En segundo lugar, diciéndoles a los trabajadores que la culpa de sus problemas la tiene su inadecuada formación académica, los «meritócratas» moralizan el éxito y el fracaso y, sin darse cuenta, fomentan el credencialismo, un insidioso prejuicio contra quienes no han ido a la universidad”. pág. 117.
  • Las encuestas muestran que la clase trabajadora sentía que en una época en que el racismo y el sexismo están mal vistos, el credencialismo destaca como el último de los prejuicios aceptables. El desprecio hacia las personas con pocos estudios es más pronunciado —o, cuando menos, más fácil de reconocer— que el prejuicio contra otros grupos desfavorecidos. pág. 124.
  • Los estudios demuestran que las personas con título universitario no tienen menos prejuicios que las que no lo tienen. pág. 125.
    • Incluso Sandel pone en duda que los mejores gobernantes sean los más preparados académicamente. Y esto es porque las universidades no están formando correctamente el espíritu cívico de los universitarios. pág. 130.
      • ⅔ de los votantes republicanos en EEUU creen que la universidad tiene un efecto negativo sobre cómo van las cosas en el país. pág. 136. 
    • El hecho de que la mayoría de políticos de alto nivel sea universitario facilita que no esté cerca de personas más humildes, conozca sus necesidades y empatice con ellas. pág. 132.
      • Obama era el primero en creer que los problemas políticos eran sobre todo técnicos y que la buena información los solucionaría, pero al pensar esto implícitamente a los que les va mal se sentirán humillados porque son responsables de su falta de formación. Y además el mensaje que se les traslada es que otros sabios políticos les solucionarán sus problemas. pág. 138.
        • Obama no advirtió que era importante evitar las concentraciones de poder económico y despertar en la gente una sincera preocupación por el bien común. pág. 139.
          • Obama se centró en aspectos técnicos y olvidó su liderazgo para inspirar a la gente a actuar cívicamente. pág. 141.
    • La postura tecnocrática tiene la ventaja de la neutralidad moral pero pasa por alto que esta visión olvida que detrás de toda decisión económica o empresarial hay asuntos antropológicos, sociales, éticos, etc. Pone el ejemplo del cambio climático.
      • Cita el concepto del Papa Francisco sobre la “cultura del descarte”. pág. 146.

5. La ética del éxito

  • Datos. El 77% de la riqueza en EEUU está concentrada en el 10% más rico de la población, mientras que la riqueza del 1% más rico supera con mucho a la que posee el 90% más pobre de la población. pág. 149.
  • En una sociedad con estamentos hereditarios de títulos nobiliarios los ricos saben que lo son porque han tenido suerte; y los pobres no se sienten humillados porque saben que todo dependió de la suerte de la lotería genética.
    • Ser pobre en una meritocracia es desmoralizador porque el rico fácilmente piensa que el éxito es obra suya pero el pobre cree que su situación se debe a su falta de trabajo. pág. 152.
  • El sociólogo Young predijo que la meritocracia no reduciría la desigualdad sino que la distribuiría conforme a los méritos. (Aunque realidad luego tampoco es así, porque como hemos visto vivimos en una aristocracia hereditaria, por la falta de igualdad de oportunidades). pág. 153.
  • Cuando la gente se queja de la meritocracia suele hacerlo no porque esté en contra del ideal sino porque piensa que no se está viviendo. Las ayudas de los ricos sus hijos y los criterios de selección de las universidades han hecho que el ideal meritocrático sea un mito. pág. 156. 
  • Pero Sandel cree que aunque el ideal meritocrático se viviera la sociedad no sería realmente justa, pues seguiría con más razón facilitaría que los ricos pensaran que su éxito es obra suya y los pobres estarían resentidos con el sistema y las élites. pág. 157.
  • La meritocracia pasa por alto que yo no soy responsable de mis talentos ni del lugar de nacimiento. De hecho es casualidad que la sociedad en la que me ha tocado nacer valore mis talentos y no otros.
    • Ejemplo de LeBron James. pág. 160.
  • El éxito en el deporte es una mezcla de talento y esfuerzo y no es fácil disociarlas. Los que creen en la meritocracia piensan que lo mismo que ocurre en el deporte ocurre en todos los ámbitos de la vida. pág. 162.
    • El problema es que la meritocracia pasa por alto la arbitrariedad del talento y exagera el valor del esfuerzo. pág. 163.
  • Hay que distinguir el mérito y el valor del trabajo de una persona del impacto económico de su trabajo. El capitalismo liberal valora las cosas por su demanda no por su aportación social. Un reponedor de supermercado o un maestro son más importantes para el bien común que el dueño de un casino. pág. 166.
    • Ejemplo comparando un gestor de fondos y un bombero. Entre ellos hay grandes diferencias salariales. Hayek no piensa que esto sea porque moralmente su trabajo sea mejor sino porque tiene más demanda. pág. 166. 
  • El problema que tiene esta visión es ponernos de acuerdo en qué actividades son más dignas de elogio, por lo que sería más recomendable no tener discusiones morales. Esta es la propuesta del liberalismo igualitario de Rawls. pág. 173.
    • Tanto Hayek como Rawls creen que la renta no debe ir ligada al mérito ni que sea consecuencia de la virtud. pág. 173.
  • También hay que tener en cuenta que ayudar a los desfavorecidos -sea su pobreza motivada porque se lo merecen o porque sus circunstancias han sido muy malas-, también tiene un punto peligroso, pues puede dar pie a que se consideren ciudadanos incapaces de ser responsables y contribuir al bien social. pág. 190.
    • No hay que olvidar que a veces no es fácil saber hasta qué punto uno es libre a la hora de tomar sus propias decisiones. Por ejemplo, un ludópata de las tragaperras fue muy libre de empezar, pero tiene que lidiar con unas máquinas pensadas para manipularle y volverle adicto. pág. 192. (Algo parecido podría decirse de la tecnología hoy día).

6. La máquina clasificadora

  • El examen de acceso universitario, SAT, está pensado para medir las habilidades y no tanto los contenidos. La idea que tenían cuando se puso es que los estudiantes de los mejores colegios no tuvieran tanta ventaja frente a alumnos más humildes pero con más capacidad. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que aún así una buena educación es determinada a la hora de obtener una buena nota. pág. 210.
  • Además, ni siquiera estudiar en una de las mejores universidades asegura el ascenso económico. Solo el 1,5% de los que entran del 20% de familias con menos recursos logra llegar al 20% de renta superior. Y solo el 2% del resto de universidades lo logra. pág. 215.
    • Los hijos de exalumnos tienen 5 veces más opciones de entrar en una gran universidad. pág. 218.
    • Los padres helicóptero hacen de todo para que sus hijos vayan a una gran universidad. En un barrio rico de Connecticut el 18% de los estudiantes tienen diagnósticos médicos que les otorgan ventajas en los exámenes de acceso a la universidad. Es seis veces más que la media del país. También se están poniendo de moda los asesores para diseñar el plan del currículum para una gran universidad. pág. 228.
    • Como es lógico todo esto es opresivo para los estudiantes e injusto con los más pobres. pág. 229.
      • Datos sobre esto. Los estudiantes universitarios son más dependientes de las drogas o el alcohol, 23% frente al 9% de la media nacional en EEUU. La presión para rendir tiene sus consecuencias. pág. 231.
      • Los estudiantes más privilegiados triunfan pero también salen heridos. La universidad da formación técnica pero no enseña a reflexionar críticamente sobre la propia vida. En EEUU ⅕ de los universitarios ha tenido pensamientos suicidas en el último año. La tasa de suicidios entre universitarios ha crecido ⅓ en el siglo XXI. pág. 232. 
      • Hay una epidemia oculta de perfeccionismo, que es uno de los males de la meritocracia. Aumenta un 33% el diagnóstico. pág. 233.
      • Las universidades son responsables de exigir unos currículums absurdamente estresantes. Además están convirtiéndose en un lugar de contactos y no en un lugar de convivencia entre profesores y alumnos. pág. 234. 
      • La universidad muestra bien la tiranía meritocrática, pues estresa a unos y ningunea a otros. La responsabilidad individual está sobrevalorada. pág. 236.
    • Sandel propone sortear las plazas universitarias entre los candidatos que reúnan un buen nivel académico o de otras destrezas (digamos entre los ⅔ mejor preparados de las solicitudes de plazas de las universidades americanas de élite). Su idea es no jugarlo todo a ser lo máximamente perfectos, sino que todo el mundo sea consciente de que además de talento y trabajo uno tuvo suerte para entrar en la universidad. Así se reduce el orgullo de unos y la humillación de otros. pág. 238.
      • Además, no hay que olvidar que ser el mejor en un determinado momento no asegura para nada ser muy bueno en algo el día de mañana. Ejemplo de Tom Brady, elegido de los últimos del draft de su año. pág. 239.
  • Sandel propone reforzar la formación cívica de la formación profesional y la estima social por este tipo de trabajos. Las universidades no son las únicas que deben proveer de buenas credenciales para la vida y deben mejorar el espíritu cívico que inculcan en sus alumnos. pág. 246.

7. Reconocer el trabajo

  • El número de suicidios de personas blancas de mediana edad y sin estudios en EEUU ha crecido notablemente en los últimos 30 años. Algunos sociólogos las llaman muertes por desesperación. Son una muestra de cómo muchos se sienten abandonados por la sociedad no solo a nivel económico sino también en cuanto a la falta de reconocimiento. pág. 256.
    • Young acertó al predecir que los del escalón de abajo de la sociedad meritocrática se sentirían marginados al sentirse sin mérito alguno. pág. 258.
  • La agenda política debe incluir el reconocimiento de la dignidad del trabajo. No solo debe buscar una justicia distributiva sino contributiva. Reconocer la valía de la gente no solo como consumidor sino también como productor de bienes y servicios esenciales. pág. 267.
    • El bien común no debe valorarse solo en la medida en la que satisface la necesidad del consumidor y genera más dinero. Es necesaria una reflexión pública sobre qué cosas valoramos y son útiles socialmente, qué fines son más dignos que otros. pág. 268.
    • Según Sandel el papel más importante desde el punto de vista cívico no es lo que consumimos sino lo que producimos. “El valor de lo que aportamos depende más bien de la importancia moral y cívica de los fines a los que sirven nuestros esfuerzos. Esto implica un juicio moral independiente que el mercado laboral, por muy eficiente que sea, no puede proporcionar”. pág. 268.
    • Esto implica romper con la idea de que el consumo no es el único fin de la actividad económica. Esta concepción viene de Aristóteles, cuando sostenía que el florecimiento humano depende de que perfeccionemos nuestra naturaleza con el cultivo de nuestras capacidades.
      • Martin Luther King en un discurso ante barrenderos en huelga subrayaba la idea de que su trabajo era tan importante como el de los médicos para que no se propagaran enfermedades, y esto debía reconocerse socialmente. pág. 269.
      • También comentar la doctrina social de la Iglesia católica, con ejemplos de Juan Pablo II o Francisco en los que subrayan la importancia del trabajo para la realización humana, la conexión social y autoestima que genera, etc. pág. 270.
      • Cita a Hegel, que sostenía que el mercado laboral era también un sistema de reconocimiento social en el que se muestra públicamente la aportación al bien común. pág. 270.
  • Convertir el crecimiento económico en el objetivo de las políticas públicas es muy tentador para no tener problemas en una sociedad con tanta polarización social y desacuerdos éticos. pág. 272.
  • Es necesario volver a la idea aristotélica y hegeliana de la justicia contributiva, y no solo distributiva. pág. 272.
    • La pandemia del coronavirus ha mostrado que hay trabajos que no valorábamos mucho y son más esenciales que muchos otros mejor remunerados. pág. 274.
    • No será fácil llegar a acuerdos sobre estos asuntos pero necesitamos esta reflexión cívica en pro del verdadero bien común y para evitar la polarización social que vemos. pág. 274.
  • En 1984, Tobin, un economista de Yale, señalaba que los mercados financieros se parecían cada vez más a los casinos. El talento de los jóvenes se está malgastando en complejas y especulativas actividades financieras en vez de trabajar en bienes y servicios reales. pág. 280.
    • Parece ser que en EEUU o Reino Unido solo el 15% de la actividad financiera se centra en mejorar actividades productivas reales. El resto se basa en la especulación. pág. 280.
  • Sandel propone que los impuestos se desplacen de los trabajos productivos hacia el consumo y la especulación, pues sería una forma de señalar la verdadera contribución al bien común. pág. 280.
    • Es algo parecido con los altos impuestos que se ponen al tabaco, el alcohol y los casinos. Ahora se extienden a los refrescos azucarados o los coches que contaminan. Es una muestra de nuestros valores. pág. 282.
      • Warren Buffet muestra la incoherencia de que él pague el mismo tipo impositivo que su secretaria cuando todo su dinero viene de inversiones. pág. 283.
      • Los que trabajan por sacar adelante la economía real merecen una mejor situación económica que los que ganan dinero con la especulación. pág. 284.
    • El auténtico sentido del lema “todos estamos juntos en esto” pasa por el ejercicio de una reflexión moral que repiense la meritocracia que tenemos y valore a los que aportan al verdadero tejido productivo. pág. 284.

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