En el año 2010 una fundación me encargó coordinar un grupo de trabajo para estudiar qué medidas podrían tomarse para que los colegios e institutos de enseñanza media impulsaran la formación humanística entre sus estudiantes. Nos reunimos una veintena de profesores de ocho ciudades españolas. Dos eran profesores universitarios, el resto profesores de secundaria de humanidades. Todos eran grandes docentes de sus materias, es decir, el tipo de maestros que dejan huella entre sus alumnos.
El documento conclusivo de nuestro trabajo recogía un gran número de buenas prácticas que podían llevarse a cabo en casi cualquier lugar: concursos, teatro, viajes, revistas culturales, coros y actividades musicales, ciclos de conferencias, actividades para la biblioteca y el fomento de la lectura, la creación de una titulación no oficial especialmente diseñada para el bachillerato de humanidades, cursos de formación de profesores, etc. Tuvimos ocasión de recoger experiencias de más de 100 colegios, por lo que el panorama analizado era amplio.
Sin embargo, las conclusiones señalaban que en todos los colegios donde se llevaban a cabo estas actividades, casi siempre salían adelante gracias al esfuerzo desinteresado de unos pocos profesores que trabajaban mucho más de lo razonable. Es decir, las tareas que más entusiasmaban a los estudiantes eran fruto de la generosidad de unos maestros entregados a su trabajo. Cualquiera que haya dado clases en la enseñanza media sabe que esto siempre ha sido así, sea en asignaturas de letras o de ciencias, de idiomas o de educación física. Hasta aquí nada nuevo.
Lo que el informe pretendía subrayar es que si un colegio quería de verdad dar importancia a la formación humanística no debía hacer depender este impulso abusando de la bondad de algunos de sus docentes. Entre otras cosas, porque esa iniciativa también desgasta y acaba agotando a los profesores que mejor podrían liderar estos asuntos. Si además uno tiene en cuenta que el profesor de letras corrige muchas más horas que sus compañeros, se hace evidente que será el que menos condiciones favorables tenga para llevar a cabo nuevas actividades.
Así pues, si un colegio quiere hacer una apuesta en serio por las humanidades lo que tiene que hacer es invertir en ello. Pero no basta con invertir en buenas palabras, deseos e intenciones para motivar a los docentes, hay que invertir dinero, que es algo que también muestra el interés real por conseguir algo. Si solo hay una mera declaración de intenciones pero no se ponen los medios adecuados, en el fondo se estará dando la misma importancia a los saberes perennes que a la Química o al Dibujo técnico; asignaturas que merecen todo el respeto del mundo, que probablemente ayuden mucho a la hora de encontrar un trabajo en el futuro, pero que no ayudan en igual medida a entender al ser humano. Por cierto, aprovecho para aclarar que este texto no pretende justificar por qué las humanidades son decisivas. Eso requeriría otro artículo. Mi objetivo es dirigirme a las personas que están de acuerdo en que las humanidades son esenciales y quieren pensar cómo mejorar su implantación docente.
Mi propuesta pasa porque los colegios contraten a uno o dos profesores más en su plantilla para poder descargar a otros que impulsen actividades humanísticas. Como es natural, se trata de un gasto sostenido en el tiempo, no de algo puntual. Esto mismo ocurrió hace pocos años con el bilingüismo, cuando los colegios en España apostaron por mejorar su nivel de inglés recurriendo a profesores nativos o bilingües. Para conseguirlo, en la mayoría de centros se han cambiado las políticas de remuneración salarial, de forma que tener un nivel C1 o C2 suponga un 5 o 15 por ciento más en la nómina a final de mes. Idéntico razonamiento se hizo cuando los colegios invirtieron en mejorar sus instalaciones deportivas, poniendo, por ejemplo, campos de hierba artificial. No se trataba solo de un gran gasto puntual, sino que requiere un desembolso importante cada pocos años para cambiar el césped.
Cabe preguntarse si es esta la única manera de fomentar las humanidades sin depender de unos profesores que hagan más de la cuenta. En mi opinión hay lugar para otras opciones, pero suelen ser más complicadas todavía. Por ejemplo, un colegio podría decidir romper las reglas del juego habituales y hacer un planteamiento pedagógico con un enfoque distinto. En las asignaturas ordinarias de Historia, Lengua, Latín, Filosofía o Cultura clásica, por ejemplo, podría dedicarse un trimestre a la lectura y comentario de una fuente directa del temario; otro a investigar algún aspecto del currículum y escribir un ensayo; y el último a fomentar actividades relacionadas con el debate y la oratoria. Con un enfoque de este tipo se trabajarían mejor las habilidades directamente relacionadas con los saberes humanísticos: comprensión lectora, escritura y oratoria, tres aspectos que desarrollan enormemente la capacidad crítica y la creatividad.
¿Y habría otras opciones para fomentar las humanidades? Sí, pero en todas ellas hay que romper más con el sistema tradicional de dar clase en España. Por ejemplo, la implantación del Bachillerato Internacional ofrece una flexibilidad curricular muy grande que se puede aprovechar fácilmente para el fomento de las humanidades. Y todavía puede uno complicarse más la vida y ofrecer un currículum americano centrado en la educación en los clásicos como hace el Aquinas School en Madrid o inventarse completamente un nuevo enfoque educativo al estilo del Colegio Montserrat en Barcelona.
Eso sí, si una institución quiere mejorar de verdad la formación humanística sin complicarse demasiado, lo mejor que puede hacer es contratar a algún profesor más, de modo que queden un poco más libres los docentes que saben impulsar las humanidades desde su trinchera. Como decía Jaime Úbeda, director del Colegio San Patricio, para que los profesores mejoren su docencia es necesario darles un espacio y un tiempo para que se dediquen a ello. De lo contrario se les estará exigiendo mucho más allá de lo razonable.
Estas ideas fueron elaboradas en 2010 por una veintena de profesores de enseñanza media de ocho ciudades españolas. Respondían al encargo de una fundación para ver cómo potenciar las humanidades en un colegio. Las publico ahora por si son de interés para alguien.
Ideas generales
Sobre los objetivos que deben perseguirse para fomentar las humanidades.
A la hora de fomentar las humanidades hay un objetivo “directo” (mejorar la formación humanística de todos los alumnos de bachillerato) y otro “indirecto” (cuidar a los alumnos con “perfil humanístico” que podrían dedicarse profesional a la cultura). Es una distinción importante, porque las humanidades y la cultura no pueden ser “exclusivistas” y porque no se trata de conseguir que quienes inicialmente quieren ser médicos o ingenieros acaben estudiando Filosofía, sino de que esos médicos e ingenieros sean “humanistas”. Se parte de la premisa de que el fomento de las humanidades no se dirige al grupo de alumnos que realizan esa opción en Bachillerato. Por este motivo quizás sea más adecuado hablar de desarrollo humanístico, para no vincularlo, mediante el nombre, a un tipo de Bachillerato.
No hay que perder de vista que el objetivo no es que muchos alumnos de un centro escolar estudien carreras humanísticas, sino que sean humanistas allí dónde están. Los estudiantes de carreras de humanidades siempre serán pocos y selectos, por lo que es importante no obsesionarse con el número de alumnos que escogen estas carreras.
Tipos de estudiantes humanistas.
Dentro del grupo de alumnos que pueden dedicarse profesionalmente a las humanidades, pueden distinguirse dos tipos:
– Los “creativos”: con dotes para la escritura, la poesía, la pintura, la música, la interpretación, el cine, etc.
– Los “intelectuales”: aquellos con gustos e intereses culturales, pero sin una clara capacidad creativa. Son los estudiantes a los que les gusta leer, ver cine, ir al teatro, acudir a museos, reflexionar sobre los grandes temas culturales, sociales y políticos, etc. Suelen tener buena capacidad oratoria y un perfil docente.
Hay que cuidar a ambos, pero hay que estar especialmente atento a los primeros, para descubrir pronto sus talentos, potenciarlos y orientarles bien. El camino académico de los “creativos” no es nada fácil y hay que acertar. Las carreras de Filología o Historia del Arte suelen ser buenas para ellos, pero también el mundo de las Bellas Artes o de las Escuelas de Interpretación o Cine. Es importante que tengan un “mentor” al que acudir y que pueda orientar su desarrollo.
En el caso de los “intelectuales”, la orientación es más sencilla, porque habitualmente se trata de estudiantes con buenos resultados académicos. Con ellos, la labor consistirá en orientarles bien y, si tienen condiciones, animarles a que no dejen de estudiar una carrera humanística y dedicarse al mundo de las humanidades. Suelen estar interesados en la Historia y la Filosofía, pero también en el Derecho o Sociología.
Para estos alumnos valiosos, una buena fórmula es la de animarles a hacer Dobles Grados/Licenciaturas, pues tienen capacidad para ello, son carreras que lo hacen posible y realmente salen beneficiados: más cualificados, con un horizonte más amplio, etc. La única pega es que para los “netamente humanistas” la “segunda” carrera suele parecerles un peso que les quita tiempo para estudiar y profundizar en lo que les interesa de verdad. Pero la experiencia con estos alumnos (aunque siempre hay excepciones) es que cuando terminan la carrera pueden dedicarse a la investigación en el campo que más les interesa.
Actividades humanísticas de ámbito escolar
A continuación, se concretan algunas iniciativas que pueden ponerse en marcha. Naturalmente se trata de recomendaciones que cada centro deberá estudiar detenidamente, antes de deliberar cuáles de ellas está en condiciones de llevar a cabo en cada momento.
- Revisar el proyecto del centro y ver si hay alguna referencia al fomento del espíritu humanístico entre los alumnos. En caso afirmativo, subrayar este aspecto para que todo el mundo entienda la necesidad de cambios y medidas. En caso negativo, ver si debe incorporarse alguna referencia.
- Un principio útil para evaluar el impacto de las actividades humanísticas es ver si se llevan a cabo en el desarrollo ordinario de las asignaturas. Hacerlo de este modo otorga más probabilidades de éxito. Para buscar ideas en este ámbito puede ser bueno compartir experiencias entre profesores según el método que se propone a continuación.
- Cursos de formación para profesores. La experiencia dice que aunque el centro escolar posea un gran aparato organizativo, si al final los profesores no leen y hablan con otros colegas sobre cómo dan la asignatura, hay pocos cambios en su docencia. Por eso, es clave organizar cursos por asignaturas centrados en la práctica y no en lecciones magistrales. Las sesiones deben basarse en la experiencia del aula. Su éxito radica en que se centran en la docencia y aprendizaje de una materia concreta, permitiendo el contacto con profesores que se enfrentan a los mismos problemas en el aula. Este modelo está teniendo un éxito notable entre los profesores del Bachillerato Internacional. Para llevarlo a cabo es necesario unir varios profesores de cuatro o cinco centros escolares, de modo que los grupos no superen los quince participantes y las veinte horas.
- Si en un centro escolar cuesta más encontrar buenos profesores de humanidades que en otras materias, se puede estudiar el modo de descargar algunas ocupaciones en otros compañeros, para que puedan dedicarse a tareas directamente relacionadas con las humanidades. No se trata de liberar completamente a ese profesor ni de crear agravios comparativos con otros compañeros, sino de ofrecer pequeños cambios en sus tareas para facilitar el impulso de determinadas actividades. En este punto el espectro es muy amplio: desde organizar visitas culturales periódicas, obras de teatro, talleres de escritura, etc.
- Seguir de cerca el proyecto profesional de los profesores de humanidades. Quizá muchos no tengan especial ilusión por abanderar nuevos proyectos, pero habrá otros que sí. Es importante apoyarse en estos últimos para llevarlos a cabo. Preguntarse despacio ¿leen los profesores?
- La biblioteca. Es un pilar en el desarrollo de la cultura humanística de un centro escolar. Un buen comienzo es analizar cuántos recursos periódicos se destinan anualmente para la compra de libros. No tiene porqué ser mucho y, muchas veces, la imaginación suple la escasez de recursos. Por ejemplo, en algunos centros las campañas de recogida de libros reciben una media de hasta dos libros por alumno. El otro aspecto al que se debe prestar atención es si hay un bibliotecario motivador y dinámico que pueda meter cabeza en el día a día.
- En algunos centros escolares, las vocaciones científicas muchas veces nacen por la participación en concursos y olimpiadas. Es una forma concreta de motivar a los estudiantes con unos horizontes más exigentes. También permite que durante el tiempo de trabajo que se dedica a la preparación con los profesores, se amplíen las miras profesionales y de servicio de los alumnos. Este tipo de trabajos también están dando resultados positivos con las vocaciones humanísticas.
- Diversos grupos educativos otorgan becas a alumnos que quieran estudiar carreras humanísticas. Estas becas se podrían publicitar, y prestigiar así a quienes las obtienen.
- La promoción de actividades extraordinarias. Aquí los ejemplos son infinitos:
- Ciclos de conferencias.
- Visitas a museos o visitas guiadas por la ciudad.
- Viajes de estudio culturales.
- Periódico escolar o revista cultural.
- Creación de blogs de escritura.
- Actividad de teatro.
- Hacer un pequeño programa de grandes libros.
- Actividad de oratoria o torneos de debate.
- Concursos y olimpiadas externas.
- Concursos de redacción y ortografía.
- Exposiciones de pinturas o trabajos de los alumnos.
Sugerencias en torno a los planes de estudio:
- Estudiar la implementación externalida o casera de programas como Excelencia Literaria o Explorarte en uno de los cursos.
- Aprovechar las asignaturas relacionadas con el ámbito audiovisual para ofrecer contenidos y actividades directamente relacionadas con las humanidades.
- Analizar qué profesores y en qué asignaturas se enseña a escribir y a hablar en público con un método concreto. Si no hay un método concreto los resultados en el Bachillerato dejan mucho que desear.
- Explicar determinadas unidades didácticas de las programaciones desde varias asignaturas a la vez. De este modo, se facilita una visión integrada y coherente de algunos puntos cruciales del saber. Por ejemplo, explicar el evolucionismo desde la Biología y la Filosofía
- Opciones de Bachillerato de excelencia. Permiten ofrecer a los padres un programa serio de formación, acaban con la idea de que los de sociales y humanidades no pueden tener un programa de estudios exigente, hay gran implicación y motivación del profesorado (pues puede trabajar a fondo con los estudiantes más valiosos).